marzo 28, 2010

Recuerdos de un sueño




Por alla volaban sus pies apurados;
eran testigos de un lazo mortal que dejaría pieles
por todos los astros. Manos se pasean por cada seno de lagarto. Envenenarían las partículas del aire adentrandose en los cohágulos de almas tupidas.
Era otoño. Era un pozo en los ojos lánguidos.
Las huellas relojeaban la miserable unión apaciguada de las sombras. Las sombras ofuscadas refinaban en las huellas migajas de hilos desangrados.
Voces que vibran en el movimiento clandestino de sus manos alteran radiactivos el despliegue de sus alas negras, entregándose al gustoso y constante abismo.

Se pierde un grito en los suspiros de un ángel enamorado.

El silencio se adueña de la puerta rota que lleva a mis mares. Un crujido estalla en el cielo, caen las bóvedas en la desnudes de la mente. Penetra el exilio en la gravedad. Se acurrucan los charcos de la vesania en mis labios. Te beso, te arrincono en mi gélido cuerpo. Re-descubro un instante, un momento en el alba de tu ombligo. Me hundo en los fuegos que se abren de tus poros. Arranco tu vehemencia. La devoro con estas sobras de mártires en la garganta.
Cavidades en las entañas se ocupan de transformar esta morada en la que vivo, en innumerables gusanos nauseabundos que me aman.

La putrefacta transformación de la belleza ya brilla en tus lenguas. Nefasto té de huesos que bebo a sorbos para saborear cada rincón de tu herida.

Déjame. Absórbe mi nada en esta dichosa entrega mutua de la perturbación de dos almas.
Déjate. Tiende todo lo que no soy en la soga que ha dejado un atardecer tormentoso en tu cuello, en tus venas, en tus vidas.

Corre, vamos, apúrate...

1 comentario:

Anónimo dijo...

excelente texto.
un abrazo