octubre 20, 2011

Ojala los edificios fueran horizontales

Me encantaría mirar el horizonte de la ciudad
y ver pilas y pilas de libros
llenos de poemas de Rimbaud, De Artaud, de los chicos de la flia,
de cuentos fantásticos, de relatos en las noches de estrellas fugaces furiosas
y lobos mezclándose con el azul del bosque

Y No

cemento enlatado y carente de caricia
carente de alas y de espuma
creador de la destrucción de una parte de los atardeceres
tan solo una parte
pues el anaranjado caluroso
se cuela por entre esos ventanales absurdos
y estalla el magma radiante
hundiéndose en la noche creciente.

Rebosaría de mar mi sangre
y los pensamientos,
iridiscentes cristales
que flamean su llama de palabras
nacientes de plumas fuertes y ligeras
viajantes en los tiempos
creadoras de razón y de sentido
de inspiración y astucia
en las flaquezas evidentes
de las almas que nos habitan y corrompen
y nos tildan con su modorra
en las alturas del vacío
coartados por el aliento
mustio de este plato de fideos pasados
y frios,
serían irremediablemente favorables
a su amasijo de candados
a sus preambulos de agasajos
dormidos
a su
caníval forma
pedestre
de caminar por el mundo