septiembre 16, 2009

Dibujo a ver...





Un manojo de arañas
salen del ombligo del niño.

Ella parpadea y me estalla algo en los labios que no logro reconocer. Intento que surjan peces azules y naranjas que naden en sus pestañas, que se peguen los párpados antes de morderme el corazón con sus propios ojos.
Intento en un suspiro que sientan sus manos: el éxtasis que invade mis latidos colmados de frenesí. Solo logro sentir sus clavículas clavándose en el tiemble de mis piernas.
¡Ahh! Dobla su cuello de la manera más exacta para descolocarme de cualquier lugar donde me encuentre. Me atrapa, despierta algo justo en el centro de mi todo.

¡Anhelo ser ese aire que infla su pecho!

La disfruto, la piso, la palpo, la degusto y la trago...Veo sus paraísos de dioses desnudos en la sonrisa que la viste de ángel. Esas flores siderales que navegan en el mar bañándola del elíxir-veneno que frecuenta éste rastro de calma.
Viajo por todos mis estados mientras ella se muestra ante mí sin ningún disfraz, creo que no se da cuenta de todo lo que me doy cuenta cuando simplemente ella dibuja. Llego hasta ver el abismo de su alma, el amor del secreto más profundo, más oscuro que resplandece opaco en sus ojos petrificados.
De repente mueve sus manos y se estrella en mi piel su sangre caliente refugiándose en mis ansias. Ellas son albas que dibujan la energía que me roba los pensamientos (ya no míos, pues ella decide donde mis ojos irán el próximo instante) y eleva mis sentidos a la imaginación, a los sueños... a ese mundo donde siembra gorriones de plata y astillas de vidrio que forman el corte perfecto de su rostro,
a ese mundo donde todo sucede en aquel ritmo sabroso de todo mi existir.



Aunque no exista.




(O Aunque sólo exista
en ésta aula,
en éste piso

mientras ella

simplemente dibuja)







sOl.*

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