Caen sobre el vidrio
en la pálida morada
de estrellas fugaces.
Ellas no lloran;
estallan, se estrellan,
se hacen bolitas de cristal
con el viento,
se desparraman
como el amor sin barreras.
Te invaden el frío
de melancolía.
Te acarician cual astilla
enfurecida
en la migaja
de tus sueños
aún
quietos.
Se te meten de prepo
por las cicatrices abiertas
y te pinchan las entrañas
con su brusco suicidio,
siguen por tu garganta
enmudeciéndote
las ansias
y pretenden ahogarte,
pero no.
Se te estremece la piel
y sale despedida
como un misil
por tus ojos espejados
y mueren
chapoteando
entre tus manos.
sOl.*
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