mayo 28, 2010

caminar juntos

Estaba lastimado, hambriento, con sus ojos repletos de hongos que crecian como el miedo en la gente ciega. Se arrastraba como podía, con su cuerpo cansado, con sus costillas que hablaban mas que el palabrerio de esos seres que piensan que son dorados, fuertes y sabios. Me miraba sin confusiones, el me decia la realidad de lo que pasaba y yo lo escuche como si fueramos un reflejo. Me hizo dar cuenta de que en realidad lo eramos, yo era esa herida que le sangraba, y esa piel llena de hongos, incluso era esos hongos. Ese miedo, ese pegar al suelo las pocas fuerzas que habitaban en mi cuerpo y avanzar como podia hacia algun lugar donde pueda resolver esto. Temblaba de miedo, como no? si me invadia la realidad de una manera tan extraña. Ya no podia, no podia escapar o excusarme, estaba derramandose mi sangre, y los arboles crujian dolorosos, las veredas se hicieron tierra seca, rota, quebrada, extinguida, mis manos maltratadas sudaban, mis pies eran dos duraznos podridos frente al hambre. Por un momento algo me hizo pensar que esto era mi destino; el mirar en ese lago putrefacto las facciones de mi rostro, de mi cuerpo, de mi alma y de mi mente, y que solo una lagrima lo esfume hasta dar un paso al costado y desaparecer para siempre. Me sentia despojada de mi propia conciencia cada vez que me volvia a suceder lo mismo, una y otra vez sin cansancio de este tiempo que me trae solo cicatrices. Llore encerrada entre paredes con letras, letras y mas letras. Entre cuerpos pintados de una bellisima mentira. Entre las voces del ruido, las agujas constantes, estrepitosas sobre mi linea recta hacia la caverna. Pero lo vi una y otra vez, lastimado, hambriento, con sus ojos repletos de hongos que crecian como el miedo en la gente ciega. Y abri los ojos, solte el baston, descubri que tenia dos piernas y dos manos. Y que podia ver, oir y decir lo que yo mas quisiera, o hundirme en silencios. Sabia que estaba caminando sobre la cornisa. Me rodeaba la noche, la luz de la luna, las sombras del sol. Sentia todavia mi cuerpo pesado, pero miraba para delante. Iba andando en bicicleta, sobre esa linea tan fina como un hilo rojo en el medio de un campo. Los de atras tiraban cuerdas atadas para que cuando caigan en mi cuello baste con tirar para atraparme, gritaban, intentaban sin pausas que me quede con ellos. Deseosos eran de envolverme con un moño elegante una caja llena de lastima. Pero sucedian cosas paralelamente, me sentia en el medio de un dilema. Las hojitas de los arboles se movian y acariciaban mi cuerpo, ahi en esa parte del pecho, mientras el viento me rozaba las pestañas minuciosamente. Cada vez que mordia un fruto me imaginaba que un acantilado de miel caia por mis labios y mi lengua eran esos peces azules que nadan sobre el, cayendo hasta mis dedos que sostienen aquel fruto, impulsandolo a mi boca nuevamente, para darle otro mordisco. Y esta vez convertirme en mariposa y en cada aleteo provocar todos los vendavales de magia que pueda uno alguna vez imaginarse. Como si fuera que en el aire vuelan colores, musicas y seres maravillosos, como si el tiempo se esfumara hasta convertirse en cada latido de cada ser de este planeta. Y cada latido de todos los planetas.
Entonces pude decidir tirar las semillas que se ocultaban dentro de cada fruto hacia atras, tapando sus bocas, sus narices, sus ojos, sus oidos. Asi pude dejar de confundirme. Asi pude curar la herida, enfrentar esta terrible realidad y acariciar su cabezita, darle de comer, y recordarle como caminar.





mares de sol.

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